Sinopsis
Descargar El llano en llamas de Juan Rulfo Es el título de una recopilación de cuentos del escritor mexicano Juan Rulfo. En su primera edición, de 1953, publicada en México, D. F. por el Fondo de Cultura Económica, estaba compuesto por quince relatos, algunos de ellos publicados en las revistas Pan, América y otros inéditos, escritos con el apoyo económico de la beca de la Fundación Rockefeller en México y el Centro Mexicano de Escritores. A partir de 1970, fecha de la segunda edición, se incluyen dos cuentos más; El día del derrumbe y La herencia de Matilde Arcángel, haciendo un total de diecisiete relatos que conforman la versión definitiva.
Varios de los relatos se desarrollan en el poblado de Comala, ubicada en el estado de Colima, México, escenario también de su novela Pedro Páramo, publicada dos años después que El Llano en llamas. El paisaje es siempre seco y árido, y en él vive gente solitaria, silenciosa y miserable, campesinos mexicanos que sobreviven sin esperanza tras el fracaso de la Revolución mexicana.
Algunos de los cuentos se sitúan históricamente en la época de la Revolución de 1910 y la Guerra Cristera, como El Llano en llamas y La noche que lo dejaron solo, o en el período inmediatamente posterior a estas, como Paso del Norte, que trata de la emigración de los campesinos mexicanos a Estados Unidos huyendo de la miseria, o Nos han dado la tierra, sobre las consecuencias de la Reforma Agraria.
Esta obra se clasifica dentro del realismo mágico. Otra de sus características importantes es el uso del lenguaje popular y la narración en su mayor parte, en la voz de los personajes.
Originalmente, la obra se iba a titular Los cuentos del Tío Celerino, como homenaje o reconocimiento de Rulfo a un tío suyo, llamado así, y de quien escuchaba muchas historias durante sus recorridos por diferentes poblaciones.
Leer el Primer Capítulo:
AQUI todo va de mal en peor. La semana pasada se murió mi tía
Jacinta, y el sábado, cuando ya la habíamos enterrado y comenzaba a
bajársenos la tristeza, comenzó a llover como nunca.
A mi papá eso le
dio coraje, porque toda la cosecha de cebada estaba asoleándose en el
solar. Y el aguacero llegó de repente, en grandes olas de agua, sin
darnos tiempo ni siquiera a esconder aunque fuera un manojo; lo único
que pudimos hacer, todos los de mi casa, fue estarnos arrimados debajo
del tejaván, viendo cómo el agua fría que caía del cielo quemaba aquella
cebada amarilla tan recién cortada.
Y apenas ayer, cuando mi hermana Tacha acababa de cumplir
doce años, supimos que la vaca que mi papá le regaló para el día de su
santo se la había llevado el río
El río comenzó a crecer hace tres noches, a eso de la madrugada.
Yo estaba muy dormido y, sin embargo, el estruendo que traía el río al
arrastrarse me hizo despertar en seguida y pegar el brinc o de la cama
con mi cobija en la mano, como si hubiera creído que se estaba
derrumbando el techo de mi casa. Pero después me volví a dormir,
porque reconocí el sonido del río y porque ese sonido se fue haciendo
igual hasta traerme otra vez el sueño.
Cuando me levanté, la mañana estaba llena de nublazones y
parecía que había seguido lloviendo sin parar. Se notaba en que el ruido
del río era más fuerte y se oía más cerca. Se olía, como se huele una
quemazón, el olor a podrido del agua revuelta.
A la hora en que me fui a asomar, el río ya había perdido sus
orillas. Iba subiendo poco a poco por la calle real, y estaba metiéndose a
toda prisa en la casa de esa mujer que le dicen la Tambora. El chapaleo
del agua se oía al entrar por el corral y al salir en grandes chorros por la
puerta. La Tambora iba y venía caminando por lo que era ya un pedazo
de río, echando a la calle sus gallinas para que se fueran a esconder a
algún lugar donde no les llegara la corriente.
Y por el otro lado, por donde está el recodo, el río se debía de
haber llevado, quién sabe desde cuándo, el tamarindo que estaba en el
solar de mi tía Jacinta, porque ahora ya no se ve ningún tamarindo. Era
el único que había en el pueblo, y por eso nomás la gente se da cuenta
de que la creciente esta que vemos es la más grande de todas las que
ha bajado el río en muchos años.
Mi hermana y yo volvimos a ir por la tarde a mirar aquel
amontonadero de agua que cada vez se hace más espesa y oscura y que
pasa ya muy por encima de donde debe estar el puente. Allí nos
estuvimos horas y horas sin cansarnos viendo la cosa aquella.
Después
nos subimos por la barranca, porque queríamos oír bien lo que decía la
gente, pues abajo, junto al río, hay un gran ruidazal y sólo se ven las
bocas de muchos que se abren y se cierran y como que quieren decir
algo; pero no se oye nada.
Por eso nos subimos por la barranca, donde
también hay gente mirando el río y contando los perjuicios que ha
hecho. Allí fue donde supimos que el río se había llevado a la Serpentina
la vaca esa que era de mi hermana Tacha porque mi papá se la regaló
para el día de su cumpleaños y que tenía una oreja blanca y otra
colorada y muy bonitos ojos.
No acabo de saber por qué se le ocurriría a La Serpentina pasar el
río este, cuando sabía que no era el mismo río que ella conocía de a
diario. La Serpentina nunca fue tan atarantada. Lo más seguro es que
ha de haber venido dormida para dejarse matar así nomás por nomás. A
mí muchas veces me tocó despertarla cuando le abría la puerta del
corral porque si no, de su cuenta, allí se hubiera estado el día entero
con los ojos cerrados, bien quieta y suspirando, como se oye suspirar a
las vacas cuando duermen.
Y aquí ha de haber sucedido eso de que se durmió. Tal vez se le
ocurrió despertar al sentir que el agua pesada le golpeaba las costillas.
Tal vez entonces se asustó y trató de regresar; pero al volverse se
encontró entreverada y acalambrada entre aquella agua negra y dura
como tierra corrediza. Tal vez bramó pidiendo que le ayudaran. Bramó
como sólo Dios sabe cómo.
Yo le pregunté a un señor que vio cuando la arrastraba el río si no
había visto también al becerrito que andaba con ella. Pero el hombre
dijo que no sabía si lo había visto. Sólo dijo que la vaca manchada pasó
patas arriba muy cerquita de donde él, estaba y que allí dio una
voltereta y luego no volvió a ver ni los cuernos ni las patas ni ninguna
señal de vaca. Por el río rodaban muchos troncos de árboles con todo y
raíces y él estaba muy ocupado en sacar leña, de modo que no podía
fijarse si eran animales o troncos los que arrastraba.
Nomás por eso, no sabemos si el becerro está vivo, o si se fue
detrás de su madre río abajo. Si así fue, que Dios los ampare a los dos.
La apuración que tienen en mi casa es lo que pueda suceder el día
de mañana, ahora que mi hermana Tacha se quedó sin nada. Porque mi
papá con muchos trabajos había conseguido a la Serpentina, desde que
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era una vaquilla, para dársela a mi hermana, con el fin de que ella
tuviera un capitalito y no se fuera a ir de piruja como lo hicieron mis
otras dos hermanas, las más grandes.
Ficha Técnica
Título: El Llano en Llamas
Autores: Juan Rulfo
Editorial: Grupo Planeta
Fecha: 07 may 2020
Tamaño: 0.56MB
Literatura: Libros de Historia
Páginas: 234
Isbn: 9034762378324
Formato: epub y pdf
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